Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres
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Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres
Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (en griego antiguo: Βίοι καὶ γνῶμαι τῶν ἐν φιλοσοφίᾳ εὐδοκιμησάντων) es una compilación de la vida y obra de los filósofos griegos realizada por Diógenes Laercio, hacia la primera mitad del siglo III d. C.
Es la única exposición amplia de la historia de la filosofía griega que nos ha llegado, aunque sabemos que autores anteriores escribieron exposiciones similares —que Diógenes Laercio debió utilizar al componer esta obra—, pero se han perdido.
Algunos manuscritos han transmitido el título como De Diógenes Laercio: Vidas y sentencias de los más famosos entre los filósofos y recopilación sucinta de las doctrinas de cada escuela, y esta versión del título expresa mejor la intención del autor de compendiar vidas a la vez que doctrinas, y de agrupar a los filósofos seleccionados por sucesiones o escuelas de pensamiento.
Visión de conjunto
Características
La obra ofrece dos características:
la cantidad y variedad de noticias que transmite, por un lado, y
la poca profundidad en la exposición de sus contenidos, por otro.
Es de agradecer la riqueza y extensión de noticias, pero se echa en falta «un talante más crítico, más valorativo; en definitiva un estudio más riguroso y penetrante en la exposición de las ideas y menos recargado de anécdotas y detalles pintorescos».
Pese a las insuficiencias señaladas, su texto proporciona 1186 citas a 365 obras de unos 250 autores, y da otras 350 citas anónimas. Además nos ha trasmitido tres cartas íntegras de Epicuro, y el tratado titulado Máximas capitales, fragmentos de cartas de otros autores y varios testamentos.
En suma, la obra de Diógenes Laercio no es tanto una historia de la filosofía documentada y crítica, articulada al modo de los eruditos decimonónicos (una pretensión imposible en la época en que se redactó), sino un anecdotario muy amplio ordenado por criterios taxónomicos y cronológicos, es decir tratando de seguir la sucesión de las escuelas y el orden de aparición de sus integrantes.
«Desde el siglo XVI hasta hoy ha sido uno de los textos más atractivos, más informados, amenos y divertidos sobre los dichos y las figuras de los antiguos filósofos, dicho sea con la venia de Hegel y otros adustos historiadores de las ideas, con los que nuestro buen erudito no había pensado competir».
Carlos García Gual
Fuentes
Diógenes Laercio se servía de textos y de recopilaciones de escritores anteriores, de época helenística en buena parte. Es notable lo escrupuloso que resulta al citar, tratando siempre que puede de dar nombres y títulos para avalar cualquier hecho o noticia, aunque está claro que no conocía directamente la obra de todos los autores citados, y que en buena parte sus datos descansaban en el trabajo de compiladores anteriores, como Diocles de Magnesia y Favorino de Arlés. Hoy día la crítica ha ensanchado la lista de fuentes secundarias utilizadas, entre las que hay que incluir también a Plutarco, Mironiano, Flegón de Trales, Sabino, y de fuentes directas como Soción de Alejandría y Epicuro.
Desatención a lo reciente
Diógenes Laercio compuso sus Vidas a comienzos del siglo III d. C. pero apenas incluye en su contenido corrientes de pensamiento contemporáneas a su época. No hay ninguna referencia al neoplatonismo, al cristianismo o al neopitagorismo. Todas esas corrientes se estaban desarrollando bajo sus ojos pero no han dejado huella en su obra. Tampoco hay alusión a la revitalización del aristotelismo por Alejandro de Afrodisias, ni parece conocer la edición y reordenación de las obras de Aristóteles hecha en el siglo I d. C. por Andrónico de Rodas.
Se han ofrecido dos explicaciones no excluyentes de este descuido de lo reciente. Una de ellas reposa en que D. Laercio era un provinciano y dependía de la biblioteca de Nicea, su ciudad de residencia, que no estaba al día de las novedades. Otra explicación es que D. Laercio descuidaba el presente de las escuelas filosóficas porque su objetivo era escribir una historia de su pasado esplendor, desde una perspectiva de reverencia por lo arcaico, y en ello no es muy diferente a Pausanias, a Ateneo o a Sexto Empírico que tampoco mencionan monumentos, poetas o pensadores de menos de tres siglos de antigüedad.
Posible dedicatoria
En un lugar del libro III, dedicado a Platón, Diógenes Laercio se dirige a una dama, y le manifiesta que sigue sus preferencias en la exposición de las doctrinas del filósofo:
«Para ti, que eres de manera justa devota de Platón y que, más que de cualquier otro, estudias empeñadamente los pensamientos fundamentales del filósofo, consideré necesario dar un resumen...».
D. Laercio, Vidas, III, 47, traducción de Carlos García Gual.
De este párrafo se ha querido deducir que la obra completa, o al menos el libro III, le estaba dedicado. Si esto es así, la dedicatoria explícita se ha perdido. Incluso se ha querido saber quién podría ser la dedicataria, señalándose a una Arria, mencionada por Galeno, o bien a Julia Domna, mujer del emperador Septimio Severo.
Características de las biografías laercianas
En la composición de cada biografía, Diógenes Laercio suele seguir el esquema siguiente:
Nombre y origen.
Educación, formación filosófica, viajes.
Lugar en la fundación o sucesión de una escuela.
Carácter y temperamento, ilustrado por dichos y anécdotas.
Incluye atuendo, rasgos físicos, temperamento, rasgos morales, amoríos (en especial los escandalosos), hábitos de alimentación y de rutina diaria, valoración literaria, anécdotas que pretenden ser edificantes, divertidas o peculiares.
Sucesos importantes de su vida
Anécdotas sobre su muerte, epigramas.
Datos cronológicos, momento de florecimiento.
Obras.
Doctrinas.
Documentos (cartas, testamento).
Otros personajes de idéntico nombre (homónimos).
Notas sueltas, burlas recibidas, lista de seguidores, actividades políticas.
Según Marcello Gigante, filólogo italiano que ha estudiado la obra de Diógenes Laercio, los trazos principales de las biografías que incluye en esta obra son:
Nunca faltan los datos de nacimiento o florecimiento (acmé) y de su muerte. Siguen luego apotegmas, sentencias, máximas, opiniones, anécdotas. Se intenta hacer un retrato de las cualidades morales y del carácter del personaje.
La biografía nunca es un panegírico ni un reproche, aunque en el caso de Epicuro sí realiza una clara apología.
La biografía es de tipo literario, no histórico al estilo de Plutarco.
Se intenta que haya integración entre los sucesos externos y el microcosmos interior del biografiado.
«Una biografía laerciana no es por sí misma filosofía, pero puede servir a la filosofía, más o menos como un bíos plutarqueo no es historia, pero puede servir a la historia».
Contenido y organización
Traducción italiana de la obra de Diógenes Laercio, Venecia 1611.
Las Vidas constan de un proemio y de la reseña de la vida y obra de 82 filósofos, organizados en diez libros de desigual extensión.
El primer libro está dedicado a los Siete sabios de Grecia (aunque son once las biografías que incluye). Los restantes filósofos están agrupados por escuelas, y estas, a su vez, en dos grandes sucesiones: la jónica y la itálica. Hay dos libros que solo contienen un único filósofo, los dedicados a Platón (libro III) y a Epicuro (X); y el libro VII, dedicado a los estoicos, muestra signos de ser incompleto, con pérdidas importantes.
Dentro del texto, D. Laercio incluye epigramas de su propia creación y de desigual agudeza, relacionados con la vida y obra del filósofo compendiado. Estos epigramas habían sido publicados en una obra anterior, Pammetros (Παμμέτρoς, ‘En metros diversos’), dedicada a muertos ilustres, de la que nos quedan 49 epigramas referidos a 43 autores, precisamente los incluidos en estas Vidas.
Libro I: Proemio. Los siete sabios de Grecia.
Proemio: explicación general sobre el origen de la filosofía y subdivisión en dos sucesiones principales: jónica e itálica.
Tales de Mileto: Biografía del filósofo y matemático Tales de Mileto, uno de los siete sabios de Grecia. Sentencias, opiniones y versos. Epigramas en su sepulcro y epístolas a Ferécides y a Solón.
Solón: Biografía de Solón, legislador ateniense y otro de los siete sabios de Grecia. Epístolas y versos de Solón.
Quilón: Vida y dichos del lacedemonio Quilón de Esparta, Epístola de Quilón a Periandro.
Jenofonte: Biografía del historiador y filósofo Jenofonte, uno de los discípulos de Sócrates.
Esquines: Semblanza del filósofo socrático Esquines.
Aristipo: Biografía del filósofo Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates y fundador de la escuela de Cirene o hedonista. Opiniones y discípulos de Aristipo.
Menedemo: Breve referencia a Menedemo (el filósofo cínico), y exposición global de las ideas cínicas.
Libro VII: La Estoa: filósofos estoicos.
Zenón de Citio: Biografía de Zenón de Citio. Vida y muerte del fundador del estoicismo. Obras, discípulos y filosofía: división de la filosofía, lógica y dialéctica estoica; física, cosmología, psicología, antropología y ética estoica. Cartas del rey Antígono a Zenón de Citio y de Zenón al rey Antígono. Decreto de los atenienses acerca de Zenón.
Aristón: Biografía de Aristón de Quíos y lista de sus obras. Es el primero de los discípulos que se desvían de las enseñanzas de Zenón.
Hérilo: Brevísima referencia a la vida y obras de Hérilo de Calcedonia.
Dionisio: Aún más breve referencia a Dionisio de Heraclea, apodado Dionisio el Tránsfuga, último de los disidentes.
Cleantes: Biografía, obras y opiniones del filósofo estoico Cleantes de Aso, sucesor de Zenón.
Esfero: Semblanza y relación de obras de Esfero Bosforano, filósofo de la escuela estoica.
Crisipo: Biografía de Crisipo de Soli, tercer sucesor de Zenón (tras Zenón, el más importante filósofo estoico griego), y relación exhaustiva de sus obras.
Libro VIII: Sucesión italiana. Pitágoras y pitagóricos.
Pitágoras: Biografía de Pitágoras. Vida, muerte y relación de discípulos del filósofo y matemático Pitágoras. Escritos costumbres, ritos y prohibiciones en el pitagorismo. Filosofía pitagórica: física, psicología y ética. Epigramas a Pitágoras. Carta de Pitágoras a Anaxímenes.
Empédocles: Vida y muerte del filósofo Empédocles. Epigramas a Empédocles.
Epicarmo: Breve semblanza del filósofo pitagórico Epicarmo.
Arquitas: Referencias al matemático, estadista y filósofo pitagórico Arquitas de Tarento. Cartas de Arquitas a Platón y de Platón a Arquitas.
Alcmeón: Semblanza del filósofo pitagórico, fisiólogo y médico Alcmeón de Crotona.
Anaxarco: Semblanza del filósofo Anaxarco de Abdera, amigo y consejero de Alejandro Magno y discípulo de Demócrito.
Pirrón: Vida del filósofo Pirrón de Elis, fundador del escepticismo griego. Diógenes Laercio es una de las fuentes más completas de la antigüedad para conocer el escepticismo griego. Presenta los famosos diez tropos o modos utilizados por la escuela escéptica para negar la posibilidad del conocimiento.
Timón: Semblanza del poeta y filósofo escéptico Timón el Silógrafo. Relación de los filósofos escépticos griegos.
Libro X: Epicuro.
Epicuro: Biografía de Epicuro. Relato de su vida y muerte. Testamento, discípulos y escritos del filósofo. De estos Diógenes Laercio nos ofrece fragmentos de su obra De la Naturaleza, y también textos completos relativos a Epistemología, Física y Ética: son sus Máximas capitales y sus cartas a Heródoto, a Pítocles y a Meneceo. Termina D. Laercio con un resumen de las doctrinas del epicureísmo que le sirve de cierre final de toda su compilación de vidas y doctrinas de filósofos.
Repercusión de la obra
Portada de la editio princeps del texto griego de las Vidas de Diógenes Laercio, impresa en Basilea, en 1533.
Con la llegada de la imprenta se editaron como fragmentos separados las vidas de Aristóteles y Teofrasto, impresas por Aldo Manucio en Venecia, en 1497. La edición príncipe para el texto griego completo fue la de Froben en Basilea, en 1533. La acogida entre los eruditos es positiva, en tanto que no hay obra similar tan rica en detalles entre las transmitidas por la tradición griega, y Michel de Montaigne se lamentaba, a finales del s. xvi, de que no hubiesen existido una docena de Laercios en lugar de uno solo.
Pero en el siglo XIX la historiografía y la filología alemanas se resienten de la superficialidad de sus noticias y anécdotas y de la falta de rigor en la ordenación del material recogido por D. Laercio. Hegel desdeña la obra por su falta de sustancia filosófica y solo la valora en lo que tiene de aportación biográfica, y el joven Nietzsche, como filólogo, mantiene en su tesis doctoral un rechazo crítico, aunque más tardíamente, como filósofo, muestra una cierta simpatía por los rasgos de vitalidad que la obra de D. Laercio transmite.
A finales del siglo XX, sin embargo, resuge el interés por la obra de Diógenes Laercio, como muestra la aparición de nuevos estudios como los de Mejer o Gigante, de nuevas traducciones al español, al inglés y al francés, y de dos ediciones críticas del texto griego: las de Marcovich y de Dorandi.
Transmisión del texto
Edición en español de las Vidas de Diógenes Laercio, traducidas por José Ortiz y Sanz.
Manuscritos
El texto griego de las Vidas de Diógenes Laercio nos ha llegado en distintos manuscritos medievales:
Todos los manuscritos completos parecen derivar de un único manuscrito anterior, al faltarles a todos ellos la última parte del libro VII, que se interrumpe en medio de la lista de las obras del estoico Crisipo.
Ha habido manuscritos con traducciones latinas, pero no han sobrevivido. Una obra del siglo x con el título Tractatus de dictis philosophorum muestra cierta influencia de la obra de Diógenes Laercio. En el siglo xii, el siciliano Enrique Aristipo tradujo parcialmente las Vidas al latín. En el siglo xiv un autor anónimo hizo una traducción al latín en su De vita et moribus philosophorum, atribuida a Walter Burley pero con interpolaciones posteriores de una fuente anónima (Pseudo-Burley). Hasta el siglo xv no hubo una traducción completa: la de Ambrosio Traversarius.
Ediciones impresas
La versión en latín de Traversarius fue la primera traducción impresa de las Vidas, primero en Roma hacia 1472, y luego en Venecia en 1475.. En cuanto al texto griego, la primera impresión fue parcial: las vidas de Aristóteles y Teofrasto por Aldo Manucio en 1497, y el texto completo (editio princeps) en Basilea en 1533, impreso por Froben. La edición en griego y latín de Meibom, hecha en Ámsterdam en 1692 (2 tomos), dividió el texto en párrafos numerados de longitud similar, y esta numeración es la que se ha impuesto en las referencias a D. Laercio. Recientemente han aparecido dos ediciones críticas del texto griego, la de Marcovich en 2008, y la de Dorandi en 1913.
Traducciones
En español, la primera traducción es la de Ortiz y Sanz, publicada en 1792, siendo durante mucho tiempo la única disponible por su adecuada calidad. Recientemente hay que señalar las traducciones de García Gual, en 2007, y la menos difundida de Bredlow, en 2010.
En francés hay que señalar la colectiva de Goulet-Cazé de 1999, muy anotada. En inglés, la reciente de Mensch y Miller, hecha sobre el griego de la edición crítica de Dorandi, y con cuidados apéndices redactados por varios especialistas. En alemán, la cuidada y trabajada traducción de Jürss.
↑De Epicuro Diógenes Laercio nos ha transmitido en esta obra una breve exposición de sus doctrinas en forma de aforismos o máximas, además de tres importantísimas cartas que no se encuentran en ninguna otra fuente, sin las cuales nuestro conocimiento de la doctrina epicúrea sería aún más fragmentario.
↑Se trata de los sabrosos testamentos de Platón, Aristóteles, Teofrasto, Licón y Epicuro.
↑Sabemos por el propio Diógenes Laercio que Diocles de Magnesia escribió dos obras de carácter biodoxográfico, tituladas Compendio de los filósofos (ἐπιδρομὴ τῶν φιλοσόφων) y Vida de los filósofos (περὶ βίων φιλοσόφων). D. Laercio lo cita en II, 82; VI, 12, 13, 20, 36, 87, 91, 99, 103; VII, 48, 162, 166, 179, 181; IX, 61, 65; X, 12.
↑Probablemente de las obras perdidas de Favorino, de las que solo quedan escasos fragmentos: Pantodape Historia (Historia varia) y Apomnemoneumata (Memorias).
↑García Gual, 2007, p. 27. «Parece que no había leído los mayores textos clásicos, ni los de Platón ni los de Aristóteles (a excepción de alguna obra). Tampoco había leído a Jenofonte. Ni a los estoicos, sobre cuyas ideas hace un resumen ajeno, quizás el de Diocles. Vivió en un tiempo de centones y resúmenes».
↑Smith, 1880, p. 1023. Partiendo de comentarios realizados por Burlaeus (Walter Burley, un monje del siglo XIV) en su De vita et moribus philosophorum, parecería que el texto de Laercio habría sido mucho más completo que el que se conserva en la actualidad.
↑La recopilación Pammetros aparece mencionada explícitamente en Vidas, I, 39 y 63; VII, 31; VIII, 74; IX, 43.
↑García Gual, 2007, p. 26. «Este libro X es, en efecto, nuestra fuente más importante para la filosofía epicúrea. Está colocado al final de su compendio como personal recomendación a los lectores. El epicureísmo aparece como la senda definitiva, la más segura para la felicidad, según escribe con cálido elogio Diógenes Laercio al despedirse del lector».
↑Montaigne, 2013, p. 425. Libro II, capítulo X: «Mucho lamento que no tengamos una docena de Diógenes Laercio, o que no esté más difundido o más comprendido. Pues no siento menos curiosidad por el destino y la vida de esos grandes preceptores del mundo que por la diversidad de sus doctrinas e ideas».
↑Laks, 2018, p. 590. «El libro de Diógenes Laercio es una importante compilación; sin embargo, muchas veces cita a sus testigos sin mucha crítica. A este autor no es posible reconocerle espíritu filosófico; generalmente, se limita a manejar unas cuantas anécdotas malas y puramente externas; se le puede utilizar en lo referente a las vidas de los filósofos y, de vez en cuando, para sus filosofemas». G.W.F. Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía (I), Primera parte, Sección primera, Cap. 1, 5, traducción de Wenceslao Roces, México: Fondo de Cultura Económica, 1955.
↑Miller, 2018, p. vii-viii. «Yo, al menos, prefiero leer a Diógenes Laercio. La única crítica de una filosofía que sea posible y que también demuestre algo, esto es, que intente demostrar si se puede o no vivir según sus normas, jamás se enseñó en las universidades; allí sólo se ejerció la crítica de las palabras a las palabras». F. Nietzsche, Tercera consideración intempestiva: Schopenhauer como educador, 8.
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