En el presente artículo se abordará el tema de Zoraida, un asunto que ha despertado el interés y la curiosidad de muchas personas a lo largo de la historia. Zoraida ha sido motivo de debate, investigación y reflexión en diferentes ámbitos, desde la ciencia hasta la cultura popular. En este sentido, resulta pertinente ahondar en el significado y la importancia de Zoraida, así como en su impacto en la sociedad contemporánea. A través de un análisis detallado y contextualizado, se buscará proporcionar al lector una visión amplia y completa sobre Zoraida, con el propósito de enriquecer su conocimiento y comprensión sobre este tema en particular.
Zoraida es un nombre propio femenino, de origen árabe, en cuya lengua significa «graciosa», por lo que Albaigés lo relaciona o asimila a Gracia.
Por su parte, Gutierre Tibón en su Diccionario etimológico comparado de nombres propios de personas (1986), anota que «Zuleica» significa en árabe ‘la rolliza’ o ‘la gordita’ (cualidad muy estimada en algunas sociedades). De Zoraida dice Tibón que es diminutivo árabe de «Zarádat» (argolla, como metáfora quizá de sujeción o mujer cautivadora), y añade que el santoral español incluye una doncella mora convertida al cristianismo y martirizada en Valencia en el siglo xii.
En los capítulos XXXIX, XL y XLI de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, se relatan las peripecias de una princesa árabe llamada Zulaida o Zoraida, que quiere abandonar Argel y hacerse cristiana, contando para su huida con la ayuda de un cautivo cristiano. La historia es narrada por boca de este último (personaje que algunos han relacionado con el propio Cervantes).
Digo, pues, que cada vez que pasaba con su barca daba fondo en una caleta que estaba no dos tiros de ballesta del jardín donde Zoraida esperaba; y allí, muy de propósito, se ponía el renegado con los morillos que bogaban el remo, o ya a hacer la zalá, o a como por ensayarse de burlas a lo que pensaba hacer de veras; y así, se iba al jardín de Zoraida y le pedía fruta, y su padre se la daba sin conocelle; y, aunque él quisiera hablar a Zoraida, como él después me dijo, y decille que él era el que por orden mía le había de llevar a tierra de cristianos, que estuviese contenta y segura, nunca le fue posible, porque las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco, si no es que su marido o su padre se lo manden.