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Augusta fue el título honorífico imperial romano de las emperatrices. Era la forma femenina del título Augusto. Se les atribuía, de forma general, a las esposas o parientes de los emperadores romanos y bizantinos bajo la forma helenizada de αὐγούστα.
El título de Augusta, aunque similar a su homólogo masculino, no implicaba ni el imperium proconsular ni la potestad tribunicia, con lo que junto al hecho de que siendo mujer difícilmente pudiera llevar el título de imperator, hacía imposible el ejercicio efectivo y legal del poder. Solamente existen dos casos en los que una mujer podría haber gobernado por derecho propio: cuando Calígula, enfermo, designó como sucesora a su hermana Julia Drusila y en el caso de Ulpia Severina, que según determinados historiadores llegó a ser emperatriz por un corto período de tiempo, después de la muerte de su marido Aureliano.
En el siglo III, las Augustae también podían recibir los títulos de Mater castrorum ("Madre del campo") y Mater patriae ("Madre de la Patria"). El título implicaba el mayor prestigio, con la posibilidad de emitir su propia moneda, llevar insignias imperiales y tener sus propios tribunales. Durante el Dominado, el título fue utilizado con mayor moderación. Solamente nueve de las treinta esposas imperiales entre los años 324-527 fueron reconocidas como tales. Zenobia, reina de Palmira, llevó el título de Augusta cuando tomó Egipto con su ejército y se declaró reina de Egipto.