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Iglesia católica apostólica ortodoxa | ||
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Fundador(es) | Jesucristo (según la Tradición de la Iglesia) | |
Fundación | siglo I d. C. | |
Gobierno eclesiástico | Santo Sínodo de cada Iglesia autocéfala | |
Territorio principal | Europa Oriental, los Balcanes, partes de Etiopia y partes de Oriente Próximo y Asia Central | |
Rito | bizantino | |
Lengua litúrgica | griego, eslavo eclesiástico y lenguas vernáculas | |
Música litúrgica | bizantina | |
Calendario | juliano y juliano revisado | |
Miembros | Ortodoxos | |
Número de fieles | 225-300 millones | |
La Iglesia ortodoxa, formalmente llamada Iglesia católica apostólica ortodoxa, es una comunión cristiana, cuya antigüedad, tradicionalmente, se remonta a Jesucristo y a los doce apóstoles, a través de una sucesión apostólica nunca interrumpida. Cuenta con entre 225 y 300 millones de fieles en todo el mundo.
En griego se llama Ορθόδοξη Καθολική και Αποστολική Εκκλησία (Orthódoxi Katholikí kai Apostolikí Ekklisía).
La Iglesia ortodoxa se considera la heredera de todas las comunidades cristianas de la mitad oriental del Mediterráneo, reclamo no aceptado por las Iglesias ortodoxas orientales. Su doctrina se estableció en una serie de concilios, de los cuales los más importantes son los siete «concilios ecuménicos», que tuvieron lugar entre los siglos IV y VIII. Tras varios desencuentros y conflictos, el 16 de julio de 1054 la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica se separaron en el llamado «Cisma de Oriente y Occidente». El cristianismo ortodoxo se difundió por Europa Oriental gracias al prestigio del Imperio bizantino y a la labor de numerosos grupos misioneros.
La Iglesia ortodoxa está constituida por catorce o, según algunas de ellas, quince Iglesias autocéfalas, las cuales, aunque mantienen entre sí la unidad doctrinal y sacramental, son gobernadas por una jerarquía independiente encabezada por un patriarca, arzobispo o metropolitano (por ejemplo, el patriarca de Alejandría, de Antioquía, de Jerusalén, etc.) que hace de autoridad suprema en su propia Iglesia, reconociendo un primado de honor al patriarca de Constantinopla.
En la actualidad, el cristianismo ortodoxo es la religión predominante en Bielorrusia, Bulgaria, Chipre, Georgia, Grecia, Macedonia del Norte, Moldavia, Montenegro, Rusia, Rumanía, Serbia y Ucrania.
Hay comunidades grandes en Kazajistán (44 % de la población), Letonia (35 %), Bosnia-Herzegovina (31 %), Albania (20 %), Kirguistán (20 %), Estonia (16 %), Líbano (10 %), Uzbekistán (9 %), Turkmenistán (9 %), Siria (4,5 %), Croacia (4,4 %), Lituania (4,1 %), Uganda (4 %) y Cisjordania. Se encuentran también en Israel, custodiando algunos de los Santos Lugares, especialmente en Jerusalén.
Debido a la emigración, existen también comunidades ortodoxas importantes en Alemania, Argentina, Australia, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Italia, México, Paraguay, Perú, República Dominicana, Venezuela, Honduras y Guatemala.
Según los cristianos ortodoxos, el hombre fue creado en perfecta comunión con Dios, pero se alejó de Dios por el pecado. Librarse de las torturas infernales después de la muerte, y ganar la vida eterna, esto es, la salvación, se consiguen gracias a Jesucristo por su Encarnación y por la doble naturaleza de su persona: una humana (caída por el pecado original) y la otra divina. Esa unión llevó a la transformación de la naturaleza humana en el proceso de su resurrección. O sea, al pasar ese proceso gracias a la parte divina, la parte humana recibió nuevas cualidades que no podía adquirir por sí misma. Desde entonces todo ser humano lleva ese potencial de transformación y obtención de la vida eterna que se revela, si cree que Jesucristo es el «salvador» y sigue su doctrina original expuesta en los trabajos de apóstoles, los evangelistas y los padres de la iglesia.
La doctrina de la Iglesia ortodoxa, con respecto a la Trinidad, se encuentra resumida en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Los cristianos ortodoxos (como los cristianos católicos) creen en un solo Dios, que a la vez es uno y «trino»: Padre, Hijo y Espíritu Santo, de una sola naturaleza e indivisible. La Santísima Trinidad son tres personas distintas e inconfundibles, cada una de las cuales es una hipóstasis de la Trinidad, que comparte una misma esencia, increada, inmaterial y eterna. Al explicar la relación de Dios con el mito de la creación, los teólogos distinguen la esencia eterna de Dios de sus «energías increadas», aunque se advierte que dicha distinción es artificial y no hay división posible en Dios. Tanto las energías como la esencia son, de forma inseparable, Dios. La distinción es usada por los teólogos para explicar cómo Dios puede ser al mismo tiempo trascendente (su «esencia» se mantiene fuera e infinita) e inmanente, interviniendo en su creación (sus «energías increadas» interactúan con su creación).
La Iglesia ortodoxa, según su tradición, se considera la continuación de la iglesia establecida por Jesús y sus apóstoles. La constancia e inmutabilidad de los dogmas de la doctrina cristiana original se consideran una de las virtudes principales de dicha Iglesia. Se supone que cualquier cambio considerable de la doctrina se puede hacer solo por medio de un concilio ecuménico, o sea de todo el mundo cristiano, una cosa no hecha en la Iglesia ortodoxa ya por muchos siglos desde el Cisma con la Iglesia católica, la cual por su parte ha continuado convocando concilios ecuménicos, unida bajo la autoridad del papa de Roma.
Al igual que la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa posee la autoridad de canonizar o beatificar. Cuando alguna de las Iglesias ortodoxas autocéfalas engrosa su santoral, ella obligatoriamente avisa sobre eso a todas las demás Iglesias hermanadas.
Tanto como la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa considera suya toda la historia de la Iglesia precismática. Por eso, la mayoría de los santos católicos precismáticos occidentales son santos de la Iglesia ortodoxa, por ejemplo, santa Mónica, san Lorenzo, san Hermenegildo, etc.
Únicamente se considera como la cabeza de la Iglesia en su totalidad a Jesucristo, mientras que las cabezas de las iglesias autocéfalas, los patriarcas y metropolitanos, se tratan como iguales, pero respetando el honor del Patriarca de Constantinopla de ser el primus inter pares, el título que significa supremacía meramente simbólica. Esa igualdad diferencia la Iglesia católica ortodoxa, presidida por una línea formalmente horizontal de arzobispos, de la Iglesia católica, cuya cabeza, el papa, es considerado por los ortodoxos como quien poseyó el título de primus inter pares antes del Gran Cisma.
La función principal del primus inter pares, como líder simbólico honorífico del mundo cristiano, era presidir los concilios ecuménicos. Este cargo actualmente lo ocupa Bartolomé I.
Las sedes de los patriarcas, por su mayor parte, se encuentran en las capitales de los países, cuyas iglesias ortodoxas nacionales ellos presiden. La sede del patriarca ecuménico se encuentra en Constantinopla, la actual Estambul en Turquía, en el barrio de Fanar.
La aparición, o sea independización legítima, canónica, de una nueva Iglesia ortodoxa es posible solo con el reconocimiento de su autocefalia (el derecho de autogobernación) por todas las Iglesias ortodoxas hermanadas (término usual no canónico ya que dogmáticamente se consideran partes de una sola Iglesia establecida por Cristo). Las Iglesias no reconocidas al menos por una de las autocéfalas (o sea sin su patrocinio) no se consideran parte de la comunión de Iglesias ortodoxas canónicas, herederas de la tradición apostólica y de la gracia de Dios, transmitida con una línea de los sacerdotes nunca interrumpida desde el día de Pentecostés.
Entre los siglos VIII y XI, se produjo la definitiva maduración de la Iglesia ortodoxa griega en torno a la figura del patriarca de Constantinopla. Los otros patriarcados orientales reconocidos en el Concilio de Calcedonia del año 451 (Alejandría, Antioquía, Jerusalén), habían perdido importancia al ser sometidos sus territorios en el dominio islámico, y las relaciones con Roma eran lejanas, aunque todavía frecuentes, al estar situada esa ciudad, desde el punto de vista bizantino, en la periferia del mundo civilizado.
El papa parecía más atento a lo que ocurría en la nueva cristiandad occidental, aunque todavía, mientras duró el dominio imperial en el exarcado de Rávena, varios papas fueron de origen griego o sirio. La mayoría de los papas precismáticos considerados santos por la Iglesia católica antes de 1054 también lo siguen siendo para la Iglesia ortodoxa, por ejemplo, Clemente I, Martín I, Agapito I, etc.
El episcopado oriental reconocía al obispo de Roma un primado de honor, pero entendía que las decisiones doctrinales y disciplinarias debían de ser tomadas por los Patriarcas conjuntamente o en un concilio general, ecuménico, y nunca abandonó lo esencial de esta postura, incompatible con el auge de la primacía papal y su evolución desde la segunda mitad del siglo VIII.
Roma, por su parte, no estaba dispuesta a aceptar la rivalidad imperial a que estaba sujeta la iglesia en el Imperio bizantino con su idea de «sinfonía» entre el poder del Emperador y el Patriarca; solo entendiendo esta diversidad de puntos de vista, se pueden comprender las razones que acabaron separando a las dos iglesias, más, incluso, que sus divergencias dogmáticas y de uso litúrgico, aunque a través de ellas se manifestaban maneras distintas de entender la religiosidad: uso de lenguas diferentes, calendarios litúrgicos y, en parte, santorales específicos, sensibilidad especial respecto al culto a los iconos, cánones también diversos. Buen ejemplo de eso, son las actas del Concilio Quinisexto (año 692), que el papa de Roma denegó aprobar, aunque sus legados en Constantinopla lo firmaron, pero que a la vez son «una de las bases esenciales del Derecho canónico bizantino» (Ducellier) en cuestiones importantes, tales como el celibato sacerdotal.
De hecho, los últimos concilios ecuménicos que se celebraron en Oriente y en los que estaban presentes los legados del papa fueron los de Nicea en el año 787 y Constantinopla en el 869. Después se restañó la ruptura producida por el enfrentamiento entre el Patriarca constantinopolitano Focio y el papa Nicolás I. Desde entonces, en la doctrina de la Iglesia católica los ortodoxos son mencionados también como «focianos». En lo sucesivo, la Iglesia bizantina y las que se crearon a partir de ella se organizaron mediante sus propios concilios o sínodos.
Sobre la base de su interpretación del canon 28 del Concilio de Calcedonia, el patriarca de Constantinopla sostiene que posee autoridad en los territorios ubicados fuera de los límites canónicos de otras Iglesias autocéfalas reconocidas, por lo que afirma su potestad en ellos para declarar o suprimir la autocefalia o autonomía de una Iglesia regional, así como también el de crear o suprimir patriarcados y delimitar su territorio canónico. De esta manera el patriarca de Constantinopla se niega a reconocer la autocefalia o autonomía de las Iglesias creadas en esos territorios sin su asentimiento. Estas prerrogativas son rechazadas por la Iglesia rusa y por las Iglesias eslavas en general.
Las Iglesias autocéfalas poseen independencia administrativa, incluyendo la potestad de crear diócesis y nombrar sus obispos (incluyendo el patriarca, arzobispo o metropolitano que encabeza la iglesia) y de resolver sus problemas internos sin acudir a ninguna autoridad eclesiástica superior. Aunque actúan de forma independiente, las Iglesias autocéfalas se encuentran normalmente en comunión entre sí formando la Iglesia que consideran «Una, Santa, Católica y Apostólica». La comunión entre las Iglesias se expresa en la lectura de las dípticas, en las cuales los primados en comunión son mencionados por orden de precedencia.
Los cuatro patriarcados que existen desde antes del cisma de 1054 son en orden de precedencia:
Desde el punto de vista ortodoxo, hasta el cisma de 1054 existía una pentarquía entre esos cuatro patriarcados y el patriarcado de Occidente en Roma, al que reconocían como el primero en el rango de precedencia.
Otras 5 Iglesias también tienen el rango de patriarcados. El orden de precedencia es disputado por las Iglesias rusa y algunas otras eslavas, que sitúan a la Iglesia georgiana entre la rusa y la serbia:
Las siguientes Iglesias tienen como primado a un arzobispo o a un metropolita, por orden de precedencia:
Las Iglesias rusa, búlgara, georgiana, polaca y la checa y eslovaca reconocen la autocefalia y están en comunión con una Iglesia más:
Aunque en su nombre llevan un marcado carácter nacional, las Iglesias ortodoxas no tienen índole nacionalista. Es decir, independientemente de su origen étnico o autoidentificación con una de esas Iglesias, los fieles pueden participar en la vida parroquial de cualquiera de ellas gracias al estatus canónico común de las Iglesias hermanadas, practicado ampliamente por los emigrantes.
Las Iglesias autónomas tienen en general las mismas atribuciones de autogobierno que las autocéfalas, excepto por la confirmación y/o consagración de su primado por la Iglesia autocéfala de la que dependen. Iglesias autónomas reconocidas por el patriarca de Constantinopla son tres:
Las Iglesias autónomas que el patriarca de Constantinopla no ha reconocido como canónicas son cinco:
A otras Iglesias les ha sido reconocido menor grado de autogobierno por sus Iglesias autocéfalas madres:
La Iglesia ortodoxa copta, la Iglesia apostólica armenia y otras antiguas iglesias orientales (las iglesias ortodoxas orientales), que no aceptan el Concilio de Calcedonia, así como los viejos creyentes rusos, por motivos doctrinales tampoco son parte de la comunidad de las iglesias hermanadas que forman la Iglesia católica apostólica ortodoxa, aunque esa mantiene buenas relaciones con las denominaciones cristianas mencionadas.
En síntesis, entre las dos confesiones pueden observarse tanto diferencias de organización, como diferencias doctrinales y teológicas. A pesar de que son numerosas, entre ellas se destacan tales como: