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Una archidiócesis o arquidiócesis es, en la Iglesia latina, una diócesis con un rango superior a las convencionales. El título es un nombre honorífico y de él se deduce que su obispo sea denominado: «arzobispo». En las Iglesias orientales católicas, las arquidiócesis se denominan archieparquías.
La arquidiócesis suele presidir sobre un grupo de diócesis de una región, las cuales son conocidas como «sufragáneas», pero la incidencia del arzobispo en la vida de dichas diócesis es más de preeminencia que de injerencia, a menos que existan razones de fuerza mayor para ello como la imposibilidad de un obispo a regir la vida de su diócesis. No todas las archidiócesis tienen diócesis sufragáneas (por ejemplo, la Archidiócesis Castrense de España, no tiene porque no es una arquidiócesis territorial).
El título de «archidiócesis» o «arquidiócesis» lo da la Santa Sede y existen numerosas razones para ello. Las más importantes son:
Por lógica, el obispo recibe el título de «arzobispo» y este constituye un cuerpo administrativo que dirige la labor eclesial de la archidiócesis. El arzobispo es nombrado solo por el papa y está bajo supervisión directa de este (a diferencia de los obispos convencionales).
De las 629 arquidiócesis existentes en todo el mundo, 547 son metropolitanas. Las arquidiócesis metropolitanas fueron creadas en el siglo V en la capital de cada provincia del Imperio romano, siendo su jefe un arzobispo metropolitano. Cada arquidiócesis metropolitana es cabeza de una provincia eclesiástica, la cual comprende normalmente otras jurisdicciones, llamadas sufragáneas de la arquidiócesis metropolitana.
En las Iglesias orientales católicas, existen 4 archieparquías que encabezan las 4 Iglesias archiepiscopales mayores:
Las otras 78 arquidiócesis se denominan arquiepiscopales.